(…) No hay casualidades sino destinos. No se encuentra sino lo que se
busca, y se busca lo que en cierto modo está escondido en lo más
profundo y oscuro de nuestro corazón.
Porque si no, ¿cómo el encuentro con una misma persona no produce en dos
seres los mismos resultados? (…) Así, marchamos un poco como
sonámbulos, pero con la misma seguridad de los sonámbulos, hacia los
seres que de algún modo son desde el comienzo nuestros destinatarios.
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