No sabré desatarme los zapatos
y dejar que la ciudad me muerda los pies
no me emborracharé bajo los puentes,
no cometeré faltas de estilo.
Acepto este destino de camisas planchadas,
llego a tiempo a los cines, cedo mi asiento a las señoras.
El largo desarreglo de los sentidos me va mal.
Opto
por el dentífrico y las toallas.
Me vacuno.
Mira qué pobre amante,
incapaz de meterse en una fuente
para traerte un pescadito rojo
bajo la rabia de gendarmes y niñeras."
Julio Cortazar
Despues de 40 años de vivir juntos, con amores y desamores, hoy la vida nos ofrece el placer del amor
lunes, diciembre 30, 2013
jueves, diciembre 26, 2013
Después de las fiestas Y cuando todo el mundo se iba y nos quedábamos los dos entre vasos vacíos y ceniceros sucios, qué hermoso era saber que estabas ahí como un remanso, sola conmigo al borde de la noche, y que durabas, eras más que el tiempo, eras la que no se iba porque una misma almohada y una misma tibieza iba a llamarnos otra vez a despertar al nuevo día, juntos, riendo, despeinados.
Julio Cortazar
Julio Cortazar
domingo, diciembre 08, 2013
Buenos Aires Manuel Mujica Lainez
Porque yo te guardo en mi
con la tibieza de tus tardes
y vos sabes que es asi,
Buenos Aires, Buenos Aires.
Manuel Mujica Lainez
con la tibieza de tus tardes
y vos sabes que es asi,
Buenos Aires, Buenos Aires.
Manuel Mujica Lainez
miércoles, noviembre 06, 2013
HAPPY NEW YEAR Julio Cortázar.
Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestás tu mano en esta noche
de fìn de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Asì la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.
Julio Cortazar
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestás tu mano en esta noche
de fìn de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Asì la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.
Julio Cortazar
domingo, noviembre 03, 2013
Idilio Federico García Lorca
¡Ay! No puedo decirte, aunque quisiera,
el secreto d
el secreto d
Idilio
Tú querías que yo te dijera
el secreto de la primavera.
Y yo soy para el secreto
lo mismo que es el abeto.
Árbol cuyos mil deditos
señalan mil caminitos.
Nunca te diré, amor mío,
por qué corre lento el río.
Pero pondré en mi voz estancada
el cielo ceniza de tu mirada.
¡Dame vueltas, morenita!
Ten cuidado con mis hojitas.
Dame más vueltas alrededor,
jugando a la noria del amor.
¡Ay! No puedo decirte, aunque quisiera,
el secreto de la primavera.
|
e la primavera.
viernes, noviembre 01, 2013
Java Julio Córtazar
Nos quedaremos solos y será ya de noche.
Nos quedaremos solos mi almohada y mi silencio
y estará la ventana mirando inútilmente
los barcos y los puentes que enhebran sus agujas.
Yo diré: Ya es muy tarde.
No me contestarán ni mis guantes ni el peine,
solamente tu olor, tu perfume olvidado
como una carta puesta boca abajo en la mesa.
Morderé una manzana fumaré un cigarrillo
viendo bajar los cuernos de la noche medusa
su vasto caracol forrado en terciopelo.
Y diré: Ya es de noche
y estaremos de acuerdo, oh muebles oh ceniza
con el organillero que remonta en la esquina
los tristes esqueletos de un pez y una amapola.
C’est la java de celui qui s’en va-
Es justo, corazón, la canta el que se queda,
la canta el que se queda para cuidar la casa.
Julio Cortazar
Nos quedaremos solos mi almohada y mi silencio
y estará la ventana mirando inútilmente
los barcos y los puentes que enhebran sus agujas.
Yo diré: Ya es muy tarde.
No me contestarán ni mis guantes ni el peine,
solamente tu olor, tu perfume olvidado
como una carta puesta boca abajo en la mesa.
Morderé una manzana fumaré un cigarrillo
viendo bajar los cuernos de la noche medusa
su vasto caracol forrado en terciopelo.
Y diré: Ya es de noche
y estaremos de acuerdo, oh muebles oh ceniza
con el organillero que remonta en la esquina
los tristes esqueletos de un pez y una amapola.
C’est la java de celui qui s’en va-
Es justo, corazón, la canta el que se queda,
la canta el que se queda para cuidar la casa.
Julio Cortazar
martes, octubre 29, 2013
Ausencia Jorge Luis Borges
Ausencia
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nichos de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas;
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
Jorge Luis Borges
Ausencia
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nichos de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas;
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
Jorge Luis Borges
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nichos de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas;
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
Jorge Luis Borges
sábado, octubre 26, 2013
Gioconda Belli
No me arrepiento de nada
Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.
Gioconda Belli
Poeta y novelista nicaragüense nacida en Managua en 1948.
Junto a Ernesto Cardenal y Claribel Alegría, inició la renovación de la poesía en su país. Un marcado acento
erótico impregna buena parte de su obra, aunque la última producción denota una gran preocupación por los
cambios políticos de su patria.
Entre los libros más reconocidos, se destacan «Sobre la grama» y «Eva». ©
Foto:3era llamada Tolosa. octubre 2013
No me arrepiento de nada
Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.
Gioconda Belli
Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.
Gioconda Belli
Poeta y novelista nicaragüense nacida en Managua en 1948.
Junto a Ernesto Cardenal y Claribel Alegría, inició la renovación de la poesía en su país. Un marcado acento
erótico impregna buena parte de su obra, aunque la última producción denota una gran preocupación por los
cambios políticos de su patria.
Entre los libros más reconocidos, se destacan «Sobre la grama» y «Eva». ©
Junto a Ernesto Cardenal y Claribel Alegría, inició la renovación de la poesía en su país. Un marcado acento
erótico impregna buena parte de su obra, aunque la última producción denota una gran preocupación por los
cambios políticos de su patria.
Entre los libros más reconocidos, se destacan «Sobre la grama» y «Eva». ©
Foto:3era llamada Tolosa. octubre 2013
martes, octubre 22, 2013
Juan Rulfo (Fragmentos de Pedro Páramo)
“El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo. Sonreías. Dejabas atrás un pueblo del que muchas veces me dijiste: “Lo quiero por ti; pero lo odio por todo lo demás, hasta por haber nacido en él.” Pensé: “No regresará jamás; no volverá nunca."
Pero los caminos de ella eran más largos que todos los caminos que yo había andado en mi vida y hasta se me ocurrió que nunca terminaría de quererla.
Ese sueño que eres tú todavía dura. Durará siempre, porque siento como que estás dentro de mi sangre y pasas por mi corazón a cada rato.
He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada. Lo han aprendido ya el árbol y la tarde… y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río… “
Juan Rulfo
(Fragmentos de Pedro Páramo)
“El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo. Sonreías. Dejabas atrás un pueblo del que muchas veces me dijiste: “Lo quiero por ti; pero lo odio por todo lo demás, hasta por haber nacido en él.” Pensé: “No regresará jamás; no volverá nunca."
Pero los caminos de ella eran más largos que todos los caminos que yo había andado en mi vida y hasta se me ocurrió que nunca terminaría de quererla.
Ese sueño que eres tú todavía dura. Durará siempre, porque siento como que estás dentro de mi sangre y pasas por mi corazón a cada rato.
He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada. Lo han aprendido ya el árbol y la tarde… y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río… “
Juan Rulfo
(Fragmentos de Pedro Páramo)
Pero los caminos de ella eran más largos que todos los caminos que yo había andado en mi vida y hasta se me ocurrió que nunca terminaría de quererla.
Ese sueño que eres tú todavía dura. Durará siempre, porque siento como que estás dentro de mi sangre y pasas por mi corazón a cada rato.
He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada. Lo han aprendido ya el árbol y la tarde… y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río… “
Juan Rulfo
(Fragmentos de Pedro Páramo)
viernes, octubre 18, 2013
El cómplice Jorge Luis Borges
EL CÓMPLICE
Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos.
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta.
Me engañan y yo debo ser la mentira.
Me incendian y yo debo ser el infierno.
Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo.
Mi alimento es todas las cosas.
El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo.
Debo justificar lo que me hiere.
No importa mi ventura o mi desventura.
Soy el poeta.
Jorge Luis Borges
jueves, octubre 17, 2013
El amor Manuel Mujica Láinez
El AMOR
El Amor cambia sus disfraces.
El Amor juega a la galantería,
con antiguas palabras,
el Amor se reclina, melancólico,
entre sauces y columnas,
hace bromas, se burla de los celos,
se encrespa, teatral, en el humo de los celos,
multiplica los cálculos,
los engaños, las promesas,
los juramentos gloriosos,
se desmaya ¡ay! se desmaya
y compone admirables escenas,
mientras espía, bajo los párpados entreabiertos,
sutiles;
también escribe cartas sin fin y sin sentido,
con una larga pluma;
rompe papeles,
rompe muchos retratos;
besa retratos,
besa la punta de los dedos;
besa la sombra,
se acoda en las esquinas, con traje de compadrito;
se alza en los balcones de las fiestas sonoras,
con un traje de tul.
Cambia disfraces.
Cambia incontables disfraces.
Y en los solitarios momentos supremos,
el Amor es un gran tigre herido,
que va entre los juncos de la noche,
sangrando.
Manuel Mujica Láinez
El Amor cambia sus disfraces.
El Amor juega a la galantería,
con antiguas palabras,
el Amor se reclina, melancólico,
entre sauces y columnas,
hace bromas, se burla de los celos,
se encrespa, teatral, en el humo de los celos,
multiplica los cálculos,
los engaños, las promesas,
los juramentos gloriosos,
se desmaya ¡ay! se desmaya
y compone admirables escenas,
mientras espía, bajo los párpados entreabiertos,
sutiles;
también escribe cartas sin fin y sin sentido,
con una larga pluma;
rompe papeles,
rompe muchos retratos;
besa retratos,
besa la punta de los dedos;
besa la sombra,
se acoda en las esquinas, con traje de compadrito;
se alza en los balcones de las fiestas sonoras,
con un traje de tul.
Cambia disfraces.
Cambia incontables disfraces.
Y en los solitarios momentos supremos,
el Amor es un gran tigre herido,
que va entre los juncos de la noche,
sangrando.
Manuel Mujica Láinez
jueves, octubre 10, 2013
Octavio Paz
Los ojos hablan
las palabras miran,
las miradas piensan.
Oír
los pensamientos,
ver
lo que decimos
tocar
el cuerpo
de la idea.
Los ojos
se cierran
Las palabras se abren.
Octavio Paz.
las palabras miran,
las miradas piensan.
Oír
los pensamientos,
ver
lo que decimos
tocar
el cuerpo
de la idea.
Los ojos
se cierran
Las palabras se abren.
Octavio Paz.
domingo, septiembre 22, 2013
Pedro Salinas
Ya está la ventana abierta. Tenía que ser así el día. Azul el cielo, si, azul indudable, como anoche le iban queriendo tus besos. Henchicha la luz de viento y tensa igual que una vela que lleva el día, velero, por los mundos a su fin: porque anoche tú quisiste que tú y yo nos embarcáramos en un alba que llegaba. Tenía que ser así. Y todo, las aves de por el aire, las olas de por el mar, gozosamente animado: con el ánima misma que estaba latiendo en las olas y los vuelos nocturnos del abrazar. Si los cielos iluminan trasluces de paraíso, islas de color de edén, es que en las horas sin luz, sin suelo, hemos anhelado la tierra más inocente y jardín para los dos. Y el mundo es hoy como es hoy porque lo querías tú, porque anoche lo quisimos. Un día es el gran rastro de luz que deja el amor detrás cuando cruza por la noche, sin él eterna, del mundo. Es lo que quieren dos seres si se quieren hacia un alba. Porque un día nunca sale de almanaques ni horizontes: es la hechura sonrosada, la forma viva del ansia de dos almas en amor, que entre abrazos, a lo largo de la noche, beso a beso, se buscan su claridad. Al encontrarla amanece, ya no es suya, ya es del mundo. Y sin saber lo que hicieron, los amantes echan a andar por su obra, que parece un día más.
PEDRO SALINAS
PEDRO SALINAS
martes, septiembre 03, 2013
Cien años de soledad (García Marquez)
(fragmento)
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarías con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos.
Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquiades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. «Las cosas, tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima.»
lunes, septiembre 02, 2013
Las calles.J.L Borges
LAS CALLES
Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
incómodas de turba y ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales,
enternecidas de penumbra y de ocaso
y aquellas más afuera
ajenas de árboles piadosos
donde austeras casitas apenas se aventuran,
abrumadas por inmortales distancias,
a perderse en la honda visión
de cielo y llanura.
Son para el solitario una promesa
porque millares de almas singulares las pueblan,
únicas ante Dios y en el tiempo
y sin duda preciosas.
Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
se han desplegado -y son también la patria- las calles;
ojalá en los versos que trazo
estén esas banderas.
Jorge Luis Borges
Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
incómodas de turba y ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales,
enternecidas de penumbra y de ocaso
y aquellas más afuera
ajenas de árboles piadosos
donde austeras casitas apenas se aventuran,
abrumadas por inmortales distancias,
a perderse en la honda visión
de cielo y llanura.
Son para el solitario una promesa
porque millares de almas singulares las pueblan,
únicas ante Dios y en el tiempo
y sin duda preciosas.
Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
se han desplegado -y son también la patria- las calles;
ojalá en los versos que trazo
estén esas banderas.
Jorge Luis Borges
domingo, septiembre 01, 2013
Tengo miedo Pablo NERUDA
TENGO MIEDO
Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo -Y me siento tan cansado y pequeño
que reflojo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.
Pablo Neruda
TENGO MIEDO
Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo -Y me siento tan cansado y pequeño
que reflojo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.
Pablo Neruda
Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo -Y me siento tan cansado y pequeño
que reflojo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.
Pablo Neruda
martes, agosto 27, 2013
FELIZ CUMPLEAÑOS, QUERIDO JULIO!!!
ETIQUETAS Y PRELACIONES
Siempre me ha parecido que el rasgo distintivo de nuestra familia es el recato. Llevamos el pudor a extremos increíbles, tanto en nuestra manera de vestirnos y de comer como en la forma de expresarnos y de subir a los tranvías. Los sobrenombres, por ejemplo, que se adjudican tan desaprensivamente en el barrio de Pacífico, son para nosotros motivo de cuidado, de reflexión y hasta de inquietud. Nos parece que no se puede atribuir un apodo cualquiera a alguien que deberá absorberlo y sufrirlo como un atributo durante toda su vida.
Las señoras de la calle Humboldt llaman Toto, Coco o Cacho a sus hijos, y Negra o Beba a las chicas, pero en nuestra familia ese tipo corriente de sobrenombre no existe, y mucho menos otros rebuscados y espamentosos como Chirola, Cachuzo o Matagatos, que abundan por el lado de Paraguay y Godoy Cruz. Como ejemplo del cuidado que tenemos en estas cosas bastará citar el caso de mi tía la segunda. Visiblemente dotada de un trasero de imponentes dimensiones, jamás nos hubiéramos permitido ceder a la fácil tentación de los sobrenombres habituales; así, en vez de darle el apodo brutal de Anfora Etrusca, estuvimos de acuerdo en el más decente y familiar de la Culona.
Siempre procedemos con el mismo tacto, aunque nos ocurre tener que luchar con los vecinos y amigos que insisten en los motes tradicionales. A mi primo segundo el menor, marcadamente cabezón, le rehusamos siempre el sobrenombre de Atlas que le habían puesto en la parrilla de la esquina, y preferimos el infinitamente más delicado de Cucuzza. Y así siempre.
Quisiera aclarar que estas cosas no las hacemos por diferenciarnos del resto del barrio. Tan sólo desearíamos modificar, gradualmente y sin vejar los sentimientos de nadie, las rutinas y las tradiciones. No nos gusta la vulgaridad en ninguna de sus formas, y basta que alguno de nosotros oiga en la cantina frases como: "Fue un partido de trámite violento", o: "Los remates de Faggioli se caracterizaron por un notable trabajo de infiltración preliminar del eje medio", para que inmediatamente dejemos constancia de las formas más castizas y aconsejables en la emergencia, es decir: "Hubo una de patadas que te la debo", o: "Primero los arrollamos y después fue la goleada".
La gente nos mira con sorpresa, pero nunca falta alguno que recoja la lección escondida en estas frases delicadas. Mi tío el mayor, que lee a los escritores argentinos, dice que con muchos de ellos se podría hacer algo parecido, pero nunca nos ha explicado en detalle. Una lástima.
Julio Cortázar
(Historias de cronopios y de famas)
domingo, agosto 25, 2013
Para mi corazón basta tu pecho
Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.
Pablo Neruda.
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.
Pablo Neruda.
martes, agosto 20, 2013
Hic Et Nunc
La nobleza, las grandes palabras, que mal le van
a esta ternura sin mejillas que tocar,
a esta lengua sin labios que entender.
Envilece un amor así que rebota en las paredes del cuarto
o se va cayendo a pedazos de palabras, esto.
Es inútil la argucia y la esperanza,
somos la previsión,
los ojos y la boca orientados al viento. ¿Qué me vale
lo que fue, la suave crónica?
Siempre andaré buscándote en el hoy
de esta ciudad, de esta hora.
Si me doy vuelta, oh Lot, eres la sal
donde mi sed se hace pedazos.
Mira de qué sustancias vivo,
pero no me tengas lástima, yéndote así
todavía más.
Julio Cotázar
a esta ternura sin mejillas que tocar,
a esta lengua sin labios que entender.
Envilece un amor así que rebota en las paredes del cuarto
o se va cayendo a pedazos de palabras, esto.
Es inútil la argucia y la esperanza,
somos la previsión,
los ojos y la boca orientados al viento. ¿Qué me vale
lo que fue, la suave crónica?
Siempre andaré buscándote en el hoy
de esta ciudad, de esta hora.
Si me doy vuelta, oh Lot, eres la sal
donde mi sed se hace pedazos.
Mira de qué sustancias vivo,
pero no me tengas lástima, yéndote así
todavía más.
Julio Cotázar
sábado, agosto 17, 2013
La visión Silvina Ocampo
Caminábamos lejos de la noche,
citando versos al azar,
no muy lejos del mar.
Cruzábamos de vez en cuando un coche.
Había un eucalipto, un pino oscuro
y las huellas de un carro
donde el cemento se volvía barro.
Cruzábamos de vez en cuando un muro.
Íbamos a ninguna parte, es cierto,
y estábamos perdidos: no importaba.
La calle nos llevaba
junto a un caballo negro casi muerto.
Era de noche -esto será mentira.
Tal vez, pero en mis versos es verdad-.
Una arcana deidad
casi siempre nocturna que nos mira
vio que nos deteníamos y el día
suspendió sus fanáticos honores,
clausuró sus colores
pues también el caballo nos veía.
No digas que no es cierto: nos miraba.
Con la atónita piedra de sus ojos,
bajo los astros rojos,
nos vio como los dioses que esperaba.
Silvina Ocampo
citando versos al azar,
no muy lejos del mar.
Cruzábamos de vez en cuando un coche.
Había un eucalipto, un pino oscuro
y las huellas de un carro
donde el cemento se volvía barro.
Cruzábamos de vez en cuando un muro.
Íbamos a ninguna parte, es cierto,
y estábamos perdidos: no importaba.
La calle nos llevaba
junto a un caballo negro casi muerto.
Era de noche -esto será mentira.
Tal vez, pero en mis versos es verdad-.
Una arcana deidad
casi siempre nocturna que nos mira
vio que nos deteníamos y el día
suspendió sus fanáticos honores,
clausuró sus colores
pues también el caballo nos veía.
No digas que no es cierto: nos miraba.
Con la atónita piedra de sus ojos,
bajo los astros rojos,
nos vio como los dioses que esperaba.
Silvina Ocampo
viernes, agosto 16, 2013
Inventario Borges
INVENTARIO
Hay que arrimar una escalera para subir. Un tramo le falta.
¿Qué podemos buscar en el altillo
Sino lo que amontona el desorden?
Hay olor a humedad.
El atardecer entra por la pieza de plancha.
Las vigas del cielo raso están cerca y el piso está vencido.
Nadie se atreve a poner el pie.
Hay un catre de tijera desvencijado.
Hay unas herramientas inútiles.
Está el sillón de ruedas del muerto.
Hay un pie de lámpara.
Hay una hamaca paraguaya con borlas, deshilachada.
Hay aparejos y papeles.
Hay una lámina del estado mayor de Aparicio Saravia.
Hay una vieja plancha a carbón.
Hay un reloj de tiempo detenido, con el péndulo roto.
Hay un marco desdorado, sin tela.
Hay un tablero de cartón y unas piezas descabaladas.
Hay un brasero de dos patas.
Hay una petaca de cuero.
Hay un ejemplar enmohecido del Libro de los Mártires de Foxe,
en intrincada letra gótica.
Hay una fotografía que ya puede ser de cualquiera.
Hay una piel gastada que fue de tigre.
Hay una llave que ha perdido su puerta.
¿Qué podemos buscar en el altillo
Sino lo que amontona el desorden?
Al olvido, a las cosas del olvido, acabo de erigir este monumento,
Sin duda menos perdurable que el bronce y que se confunde
con ellas.
Jorge Luis Borges
La rosa profunda (1975)
Hay que arrimar una escalera para subir. Un tramo le falta.
¿Qué podemos buscar en el altillo
Sino lo que amontona el desorden?
Hay olor a humedad.
El atardecer entra por la pieza de plancha.
Las vigas del cielo raso están cerca y el piso está vencido.
Nadie se atreve a poner el pie.
Hay un catre de tijera desvencijado.
Hay unas herramientas inútiles.
Está el sillón de ruedas del muerto.
Hay un pie de lámpara.
Hay una hamaca paraguaya con borlas, deshilachada.
Hay aparejos y papeles.
Hay una lámina del estado mayor de Aparicio Saravia.
Hay una vieja plancha a carbón.
Hay un reloj de tiempo detenido, con el péndulo roto.
Hay un marco desdorado, sin tela.
Hay un tablero de cartón y unas piezas descabaladas.
Hay un brasero de dos patas.
Hay una petaca de cuero.
Hay un ejemplar enmohecido del Libro de los Mártires de Foxe,
en intrincada letra gótica.
Hay una fotografía que ya puede ser de cualquiera.
Hay una piel gastada que fue de tigre.
Hay una llave que ha perdido su puerta.
¿Qué podemos buscar en el altillo
Sino lo que amontona el desorden?
Al olvido, a las cosas del olvido, acabo de erigir este monumento,
Sin duda menos perdurable que el bronce y que se confunde
con ellas.
Jorge Luis Borges
La rosa profunda (1975)
martes, agosto 13, 2013
San Telmo y el tango
Viejo Almacén. San Telmo.
"Cuna de tauras y cantores,
de broncas y entreveros,
de todos mis amores.
En tus muros con mi acero
yo grabé nombres que quiero.
Rosa, "la milonguita",
era rubia Margot,
en la primer cita,
la paica Rita
me dio su amor.
Barrio... barrio..
que tenés el alma inquieta
de un gorrión sentimental.
Penas...ruego...
¡es todo el barrio malevo
melodía de arrabal!
Barrio... barrio...
perdoná si al evocarte
se me pianta un lagrimón,
que al rodar en tu empedrao
es un beso prolongao
que te da mi corazón."
Carlos Gardel, Alfredo Le Pera, Mario Battistella
(Fragmentos del tango "Melodía de Arrabal")
de broncas y entreveros,
de todos mis amores.
En tus muros con mi acero
yo grabé nombres que quiero.
Rosa, "la milonguita",
era rubia Margot,
en la primer cita,
la paica Rita
me dio su amor.
Barrio... barrio..
que tenés el alma inquieta
de un gorrión sentimental.
Penas...ruego...
¡es todo el barrio malevo
melodía de arrabal!
Barrio... barrio...
perdoná si al evocarte
se me pianta un lagrimón,
que al rodar en tu empedrao
es un beso prolongao
que te da mi corazón."
Carlos Gardel, Alfredo Le Pera, Mario Battistella
(Fragmentos del tango "Melodía de Arrabal")
domingo, agosto 11, 2013
Del árbol Leopoldo Marechal
DEL ÁRBOL
Hay en la casa un Árbol
que no planto la madre ni riegan los abuelos:
solo es visible al niño, al poeta y al perro.
Su primavera no es la que fundan las rosas:
no es la vaca encendida ni el huevo de paloma.
Su otoño no es el tiempo que trae desde el mar
caballos irascibles, por tierras de azafrán.
Al Árbol suben otras primaveras e inviernos:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.
Cuando la primavera sube al Árbol-sin-nombre,
vestidos de cordura florecen los varones;
y Amor, en pie de guerra, se desliza
de pronto a la sabrosa soledad de las hijas.
Entonces el sabor de algún cielo perdido
desciende con el llanto de los recién nacidos.
Pero cuando el invierno lo desnuda y oprime,
sobre los techos llueven sus hojas invisibles,
y, horizontal, cruza las altas puertas
alguien que por el cielo desaprendió la tierra.
Hay en la casa un Árbol que los grandes no vieron:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.
Leopoldo Marechal
DEL ÁRBOL
Hay en la casa un Árbol
que no planto la madre ni riegan los abuelos:
solo es visible al niño, al poeta y al perro.
Su primavera no es la que fundan las rosas:
no es la vaca encendida ni el huevo de paloma.
Su otoño no es el tiempo que trae desde el mar
caballos irascibles, por tierras de azafrán.
Al Árbol suben otras primaveras e inviernos:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.
Cuando la primavera sube al Árbol-sin-nombre,
vestidos de cordura florecen los varones;
y Amor, en pie de guerra, se desliza
de pronto a la sabrosa soledad de las hijas.
Entonces el sabor de algún cielo perdido
desciende con el llanto de los recién nacidos.
Pero cuando el invierno lo desnuda y oprime,
sobre los techos llueven sus hojas invisibles,
y, horizontal, cruza las altas puertas
alguien que por el cielo desaprendió la tierra.
Hay en la casa un Árbol que los grandes no vieron:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.
Leopoldo Marechal
Hay en la casa un Árbol
que no planto la madre ni riegan los abuelos:
solo es visible al niño, al poeta y al perro.
Su primavera no es la que fundan las rosas:
no es la vaca encendida ni el huevo de paloma.
Su otoño no es el tiempo que trae desde el mar
caballos irascibles, por tierras de azafrán.
Al Árbol suben otras primaveras e inviernos:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.
Cuando la primavera sube al Árbol-sin-nombre,
vestidos de cordura florecen los varones;
y Amor, en pie de guerra, se desliza
de pronto a la sabrosa soledad de las hijas.
Entonces el sabor de algún cielo perdido
desciende con el llanto de los recién nacidos.
Pero cuando el invierno lo desnuda y oprime,
sobre los techos llueven sus hojas invisibles,
y, horizontal, cruza las altas puertas
alguien que por el cielo desaprendió la tierra.
Hay en la casa un Árbol que los grandes no vieron:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.
Leopoldo Marechal
viernes, agosto 09, 2013
"No sabré desatarme los zapatos
y dejar que la ciudad me muerda los pies
no me emborracharé bajo los puentes,
no cometeré faltas de estilo.
Acepto este destino de camisas planchadas,
llego a tiempo a los cines, cedo mi asiento a las señoras.
El largo desarreglo de los sentidos me va mal.
Opto
por el dentífrico y las toallas.
Me vacuno.
Mira qué pobre amante,
incapaz de meterse en una fuente
para traerte un pescadito rojo
bajo la rabia de gendarmes y niñeras."Cortázar
y dejar que la ciudad me muerda los pies
no me emborracharé bajo los puentes,
no cometeré faltas de estilo.
Acepto este destino de camisas planchadas,
llego a tiempo a los cines, cedo mi asiento a las señoras.
El largo desarreglo de los sentidos me va mal.
Opto
por el dentífrico y las toallas.
Me vacuno.
Mira qué pobre amante,
incapaz de meterse en una fuente
para traerte un pescadito rojo
bajo la rabia de gendarmes y niñeras."Cortázar
miércoles, agosto 07, 2013
Pizarnik Anillos de Ceniza
ANILLOS DE CENIZA
Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.
Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.
Alejandra Pizarnik
Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.
Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.
Alejandra Pizarnik
domingo, agosto 04, 2013
sábado, julio 27, 2013
Mario Benedetti Tiempo sin tiempo
***
Preciso tiempo necesito ese tiempo
que otros dejan abandonado
porque les sobra o ya no saben
que hacer con él
tiempo
en blanco
en rojo
en verde
hasta en castaño oscuro
no me importa el color
cándido tiempo
que yo no puedo abrir
y cerrar
como una puerta
tiempo para mirar un árbol un farol
para andar por el filo del descanso
para pensar qué bien hoy es invierno
para morir un poco
y nacer enseguida
y para darme cuenta
y para darme cuerda
preciso tiempo el necesario para
chapotear unas horas en la vida
y para investigar por qué estoy triste
y acostumbrarme a mi esqueleto antiguo
tiempo para esconderme
en el canto de un gallo
y para reaparecer
en un relincho
y para estar al día
para estar a la noche
tiempo sin recato y sin reloj
vale decir preciso
o sea necesito
digamos me hace falta
tiempo sin tiempo.
jueves, julio 25, 2013
NADA (Tango)
He llegado hasta tu casa...
¡Yo no sé cómo he podido!
Si me han dicho que no estás,
que ya nunca volverás...
¡Si me han dicho que te has ido!
¡Cuánta nieve hay en mi alma!
¡Qué silencio hay en tu puerta!
Al llegar hasta el umbral,
un candado de dolor
me detuvo el corazón.
Nada, nada queda en tu casa natal...
Sólo telarañas que teje el yuyal.
El rosal tampoco existe
y es seguro que se ha muerto al irte tú...
¡Todo es una cruz!
Nada, nada más que tristeza y quietud.
Nadie que me diga si vives aún...
¿Dónde estás, para decirte
que hoy he vuelto arrepentido a buscar tu amor?
Ya me alejo de tu casa
y me voy ya ni sé donde...
Sin querer te digo adiós
y hasta el eco de tu voz
de la nada me responde.
En la cruz de tu candado
por tu pena yo he rezado
y ha rodado en tu portón
una lágrima hecha flor
de mi pobre corazón.
José Dames - Horacio Sanguinetti
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