domingo, septiembre 22, 2013

Pedro Salinas

Ya está la ventana abierta. Tenía que ser así el día. Azul el cielo, si, azul indudable, como anoche le iban queriendo tus besos. Henchicha la luz de viento y tensa igual que una vela que lleva el día, velero, por los mundos a su fin: porque anoche tú quisiste que tú y yo nos embarcáramos en un alba que llegaba. Tenía que ser así. Y todo, las aves de por el aire, las olas de por el mar, gozosamente animado: con el ánima misma que estaba latiendo en las olas y los vuelos nocturnos del abrazar. Si los cielos iluminan trasluces de paraíso, islas de color de edén, es que en las horas sin luz, sin suelo, hemos anhelado la tierra más inocente y jardín para los dos. Y el mundo es hoy como es hoy porque lo querías tú, porque anoche lo quisimos. Un día es el gran rastro de luz que deja el amor detrás cuando cruza por la noche, sin él eterna, del mundo. Es lo que quieren dos seres si se quieren hacia un alba. Porque un día nunca sale de almanaques ni horizontes: es la hechura sonrosada, la forma viva del ansia de dos almas en amor, que entre abrazos, a lo largo de la noche, beso a beso, se buscan su claridad. Al encontrarla amanece, ya no es suya, ya es del mundo. Y sin saber lo que hicieron, los amantes echan a andar por su obra, que parece un día más. 
PEDRO SALINAS

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